Las últimas décadas han estado marcadas por grandes cambios.
Uno de ellos es la situación sanitaria actual, que demanda de los líderes una mayor dedicación. Competencias emocionales fortalecidas, que mantengan el camino hacia una mayor conexión con su gente.
El miedo y la incertidumbre están allí, por lo que, responsablemente, la verdad se impone. Nuestra función de guía, no cambia nuestra condición de ser humano. No nos exime de sentir también temor. El sincerarnos con nuestro equipo genera empatía y abona el camino que nos lleva a todos a identificar, no solo la emoción del miedo, sino otras como la tristeza o la ira. Estas siempre vienen a enseñarnos algo, lo importante es reconocerlas y manejarlas.
La escucha activa, la comunicación diáfana y concreta, la flexibilidad y el sentido colaborativo, son fundamentales.
Por otro lado, el tener claro las competencias individuales de los miembros del team y las fortalezas de cada uno, es esencial para asignar diferentes roles que garanticen el manejo adecuado en momentos críticos. Esto los hará sentir por una parte valorados y tomados en cuenta y por otra ejecutando acciones o asumiendo responsabilidades para las cuales están empoderados. Cumplir con estas premisas amplifica el margen de éxito.