Varios estudios demuestran que, el trabajo nocturno con horarios variables, afecta seriamente la salud.
Un estudio franco-británico evaluó a 3 mil trabajadores franceses entre 32 y 62 años. La mitad de ellos trabajaron al menos 50 horas en un año en horarios desfasados. El estudio se prolongó por diez años. Se hicieron test neuropsicológicos al comenzar, a los cinco años y al finalizar. Se demostró que las personas que tuvieron horarios cambiantes mostraban un declive cognitivo de 6,5 años.
En otro estudio fue realizado por el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). De acuerdo a los resultados, clasificaron de cancerígeno ‘probable’ el trabajar en horarios nocturnos cambiantes. El motivo: afecta el ritmo biológico.
Por otro lado, en el 2011 una investigación sueca afirmaba que los horarios nocturnos de trabajo aumentan el riesgo de sufrir esclerosis múltiple a una edad temprana.
Un año luego, un estudio francés señaló que las mujeres que trabajan de noche tienen un 30% mayor probabilidad de sufrir cáncer de mama
Trabajar el turno nocturno es una de las formas más rápidas de dañar el reloj corporal interno y la salud. Los efectos relacionados con la interrupción de los ritmos circadianos están relacionados con la resistencia a la insulina, y entre ellos encontramos a la obesidad, diabetes, enfermedades cardiacas, enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y cáncer.
La ciencia ha establecido claramente la importancia de mantener el reloj interno del cuerpo en sincronía con la salida y la puesta del sol.
La mejor opción es dejar el turno nocturno, si no es posible, por lo menos hacerlo regular. Es decir, no hacer turnos rotativos de día y de noche. Al menos esto le permite al cuerpo establecer un rimo regular de sueño y vigilia.